Un año más vuelvo al Bajo Aragon donde la Semana Santa se vive de una manera muy especial, sobrepasa cualquier sentimiento religioso y se convierte en unas fiestas patronales donde la gente se vuelve a reunir para hacer sonar sus bombos y tambores. Desde el jueves hasta el sábado los instrumentos no dejan de sonar, salvo para coger fuerzas. Espectacular como se pasa del silencio al estruendo en apenas unos segundos. Recomiendo que no os perdáis la "Ruta del Tambor y el Bombo".




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